.comment-link {margin-left:.6em;}



alternatetext

15.6.05

La desconexión


El Parlamento que los ciudadanos gallegos elegimos el próximo domingo deberá decidir el Gobierno encargado de gestionar la transición de la economía gallega desde un modelo asistido a uno capaz de sostener su propio desarrollo. Se acabaron las vacas gordas y toca combinar austeridad e imaginación para recorrer el camino que queda pendiente

No será fácil, gane quien gane. El Gobierno de Galicia que nazca del Parlamento tras las elecciones del próximo domingo tendrá que gestionar la desconexión de los fondos europeos, el final de un ciclo que ha permitido a la sociedad gallega mantener una cierta apariencia de desarrollo gracias únicamente a la llegada regular de una enorme suma de dinero procedente de la solidaridad de la Unión Europea. El maná comunitario, sin embargo, toca a su fin. Y su final no es, como a menudo tratan de hacer ver los dirigentes del Partido Popular, el resultado de una política específica del Gobierno de Zapatero, como tampoco es atribuible a la labor llevada a cabo por su antecesor, José María Aznar. El final de la edad de oro de los fondos de cohesión, al menos para Galicia, es consecuencia de una ampliación de la unión hacia el este del continente que, aunque sólo sea por obra y gracia de la estadística, nos ha hecho de golpe más desarrollados. Durante los últimos quince años tuvimos la oportunidad de aprovechar ese dinero para transformar una sociedad dependiente y la desperdiciamos. El futuro de Galicia es hoy tan incierto como en 1989 a pesar de la falsa sensación de desarrollo asociada a la lluvia de subvenciones comunitarias. El nombre del presidente que habrá de gestionar este problema, el principal de Galicia, saldrá de las urnas el próximo domingo. Unas urnas en las que al tradicional carretaxe de votos se sumará esta vez una singular modalidad de turismo electoral gracias a la iniciativa puesta en marcha por una agencia de viajes en nombre del PP argentino, aunque la formación popular niega cualquier relación con tan oportuno viaje. Por lo demás, la campaña agota sus mensajes tan deprisa como desaparecen las fuerzas de los candidatos. El presidente de la Xunta, Manuel Fraga, repite sin cesar sus llamamientos a la movilización, consciente de que, esta vez, la izquierda no se va a quedar en casa. Y tan poco seguro debe estar de la victoria que, para el caso de no recibir el apoyo masivo que necesita de los ciudadanos para seguir gobernando, admite abiertamente tener preparado su discurso de despedida. Emilio Pérez Touriño, como cuenta él mismo en la entrevista que hoy publica LA OPINIÓN, está seguro de que ese adiós será definitivo y que Fraga no permanecerá mucho tiempo como jefe de la oposición en el nuevo Parlamento. Pero lo tuvo ayer Anxo Quintana, por culpa de la entrada en campaña de su antecesor, Xosé Manuel Beiras, aunque fuese desde una caseta electoral y no desde una tribuna.